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En el dinámico y cambiante panorama educativo actual, la educación continua o "lifelong learning" se ha consolidado como una necesidad imperante en las distintas Instituciones de Educación Superior de nuestro país. Este enfoque promueve la adquisición continua de conocimientos y habilidades a lo largo de la vida, permitiendo a los estudiantes y trabajadores adaptarse a las transformaciones tecnológicas, sociales y laborales.
Para las universidades chilenas, integrar la educación continua desde el desarrollo de sus planes de pregrado representa un desafío significativo, pero también una oportunidad invaluable para enriquecer sus proyectos institucionales y el desarrollo de sus estudiantes.
La acelerada evolución tecnológica y las constantes demandas del mercado laboral exigen profesionales capaces de adaptarse y actualizarse constantemente. Según datos recientes obtenidos por el Observatorio para el Envejecimiento de la Pontificia Universidad Católica, entre 2013 y 2024, el número de estudiantes mayores de 50 años en universidades e institutos profesionales chilenos creció un 157%, evidenciando una tendencia hacia la formación continua. Este fenómeno refleja la necesidad de estructuras educativas flexibles que permitan a los estudiantes, independientemente de su edad, adquirir nuevas competencias y mantenerse vigentes en sus campos profesionales.
Incorporar la educación continua desde el desarrollo de los planes de formación de pregrado implica una reconfiguración de los modelos educativos tradicionales. Las instituciones deben desarrollar programas que no solo otorguen títulos profesionales, sino que también fomenten una cultura de aprendizaje continuo. Esto requiere currículos flexibles, modalidades de estudio adaptativas y una oferta académica que responda a las necesidades cambiantes de la sociedad y el mercado laboral. Además, es fundamental establecer mecanismos de articulación entre distintos niveles formativos, permitiendo rutas de aprendizaje flexibles entre pregrado, postgrado y educación continua, fomentando el reconocimiento de aprendizajes previos a cada programa de estudio.
La adopción de un enfoque de educación flexible y continuo desde las etapas iniciales de la formación superior ofrece múltiples ventajas tanto para los estudiantes como instituciones, los primeros podrán desarrollar habilidades de adaptación, pensamiento crítico y resiliencia, habilidades altamente demandadas en los profesionales actuales para enfrentar de mejor manera un entorno laboral en constante transformación. Además, la posibilidad de actualizar y ampliar sus conocimientos a lo largo de su vida profesional mejorando su empleabilidad y crecimiento personal.
Para el caso de las Instituciones de Educación Superior, lograr posicionarse como centros de aprendizaje continuo, les permite fortalecer su vínculo con la sociedad, respondiendo a sus demandas y consolidando su relevancia en el ámbito educativo. Esto también puede traducirse en una mayor captación de estudiantes, en la diversificación de sus ofertas académicas y por consecuencia en la diversificación de generación de ingresos.
Todo lo anterior no está exento de un desafío mayor a nivel del aseguramiento de la calidad, donde las Instituciones Autónomas de Educación Superior Chilenas de acuerdo con la Ley N°20. 091 deben someterse a procesos de acreditación en cinco dimensiones claves, es aquí donde las unidades académicas a través de la implementación un modelo educativo flexible que incorpore al pregrado, postgrado y la educación continua les permitirá impactar a más de una dimensión.
Como beneficios adicionales de la incorporación de la educación continua en el proceso de aseguramiento de la calidad podemos identificar en primer lugar la actualización constante del currículo de los programas, asegurando pertinencia y calidad. En segundo lugar y la forma más común como las instituciones de educación presentan el impacto de este tipo de programas, es en la vinculación con el medio, ya que les permite estrechar lazos con diversos sectores de la sociedad, respondiendo a sus demandas y contribuyendo al desarrollo comunitario.
La integración del “lifelong learning” o educación continua desde el pregrado en las instituciones de educación chilenas es esencial para formar profesionales competentes y adaptables. Aunque representa un desafío para las estructuras educativas tradicionales, los beneficios para estudiantes e instituciones son evidentes. Al fomentar una cultura de aprendizaje continuo, las universidades no solo enriquecen sus proyectos institucionales, sino que también contribuyen al desarrollo sostenible y al progreso de la sociedad en su conjunto.
En este contexto, es clave que las instituciones revisen sus modelos educativos y de aseguramiento de la calidad para garantizar que estén alineados con estas nuevas exigencias. En Higher Excellence, trabajamos junto a Instituciones de Educación Superior en este proceso, ayudándolas a identificar oportunidades de mejora y diseñar estrategias efectivas para la educación continua. La invitación es a reflexionar sobre cómo sus proyectos institucionales pueden evolucionar en esta dirección, asegurando un impacto positivo tanto en sus estudiantes como en su posicionamiento en el sistema de educación superior.